viernes, 7 de noviembre de 2014

Let's Go Mad!

Saludos de vuestro humilde pastor, ya de regreso tras unos meses de retiro espiritual para encontrarme a mí mismo, y a mi mecanismo, en los cuales no he tenido contacto alguno con la tecnología, pero sí me han servido para aprender a conduciros, blogrregos míos, hacia nuevos horizontes de lo bizarro y demás espantos audiovisuales cotidianos.
A pocos días de mi feliz retorno me encuentro con la invitación de los muy queridos JL CMad y Edu Carabaño, artífices ellos del pequeño gran festival MadTerrorFest, que ya se consolida como cita obligada y día oficial de peregrinación para aficionados al cortometraje en la capital de España.















Su tercera edición (celebrada ayer en los Cinesa Proyecciones de la calle Fuencarral), demuestra que con pocos medios y muchas ganas se pueden conseguir cosas que merezcan la pena. La fórmula es sencilla pero efectiva: diez cortos, un premio final in situ al mejor de ellos, y dos presentadores amenizando los interludios con un guión sólido y algo de improvisación. Pero vamos por partes.

El nivel de los trabajos presentados este año alcanza cotas estratosféricas, una sorpresa gratificante con respecto a anteriores ediciones. Diez historias convenientemente entretenidas y técnicamente sobresalientes, presentadas ─la mayoría en vídeo─ por sus tarados y sugestivos artífices, en consonancia con la máxima de esta mini muestra. Porque lo bueno, si breve... 

Máxima expectación y un poquito de retraso en la hora prevista. Los presentadores abren el baile. El locutor Juan Ochoa y la actriz y presentadora Marta Flich se ciñen desde el comienzo al guión que tienen en sus manos para ir, poco a poco, añadiendo morcillitas de su cosecha y teniendo muchas veces que hacer gala de sus dotes interpretativas y su agilidad mental, ya que la primera media hora de muestra está marcada por molestos problemas técnicos derivados del incendio en un párking aledaño. Ambos mantienen el tipo muy dignamente ─Ochoa, sobre todo─ e incluso se permiten invitar al escenario al actor Manuel Tallafé, convidado de excepción en la platea VIP.

El primer corto, El Bosque Negro, de Paul Urkijo, tiene la desgracia de ser el más vapuleado por las empíricas leyes del señor Murphy ─corolarios inclusive─, aunque no importuna demasiado a un público que rápidamente entra en el juego de esta simpática y entretenida historia de espada y brujería plena de guiños a los films ochenteros y la cultura pop de la añorada década. Nuevo speech de los maestros de ceremonias, con un trasfondo de política actual que se agudiza en cada intervención, para dar paso a The Stomach, de Ben Steiner, un cuento de venganza de ultratumba en clave de nueva carne cronenbergiana (¿se dice así, amigos hipsters?...) y con un punto de vista muy original en la recurrente ─y actualmente manida─ trama del contacto con el más allá.

Parece que los avatares técnicos se van subsanando, y el tarraconense Alfonso García presenta su Sector Zero4, galardonado con el premio Phonetastic Sitges Mobile Film Festival al mejor cortometraje rodado con móvil ─un iPhone 4S, para más señas─ y a mi parecer muy discreto, pese a su innegable calidad visual y a una loable declaración de intenciones por parte de un director al que, no obstante, sugiero seguir muy de cerca.

Miro el reloj y deduzco que queda ya muy poco para llegar al ecuador del evento -y un merecido interludio para estirar las piernas- no sin que antes se anuncie uno de los platos fuertes del MadTerrorFest, elogiado y aplaudido en el pasado Festival de Terror de Donosti, la pequeña obra de arte Ghost Train, engendrada en tierras irlandesas por el singular Lee Cronin. Macabra, nostálgica, y con un dulce resabio de terrores nocturnos y traumas infantiles con el que (casi) todo el público se sintió identificado. Hasta el propio director, que en su presentación aseguró haberse inspirado en una vivencia propia de tierno infante.


















Quince minutos para tomar el fresco, cigarro en boca y destemple en el cuerpo, olor a palomitas con mantequilla y perritos calientes de a cinco eurazos, a cocacola de aguachirri y nachos con queso de plastiquete que evocan el aroma de un antiguo sepulcro subterráneo. Apuro el pitillo y regreso a la sala. El público, embriagado por el hipnótico recuerdo del "visite nuestro bar", devora los prohibitivos manjares que ha adquirido minutos antes. Juan Ochoa y Marta Flich salen de nuevo a escena y disculpan a los organizadores ante el respetable, argumentando que los fallos técnicos se deben al mencionado incidente del párking. Chistes sobre coches quemados y recomendaciones a Alfonso García para que acuda presto con su teléfono y grabe unos planos para la secuela de Sector Zero4. A estas alturas del evento Ochoa está crecidísimo, y la Flich ejerce de mera comparsa escudando sus gracietas en el socorrido "yo estoy que rompo y con eso lo tengo todo hecho".

Las luces se desvanecen para dar paso al flojísimo The Visitant, de Nick Peterson. Premisa aparentemente terrorífica con un primer minuto de gloria y otros cuatro de "esto lo he visto mil veces". Doug Jones haciendo lo que mejor sabe, y Amy Smart poniendo cara de lápiz. Olvidable, habida cuenta de lo que sucede a continuación. Cody Blue Snider -uno de los cuatro hijísimos de Dee Snider, vocalista de Twisted Sister- desvela en un (im)perfecto castellano que estamos a punto de ver su segundo trabajo, Fool's Day. Un grupo de alumnos de primaria deciden gastar una inofensiva broma a su profesora en el Día de los Inocentes. El resto es historia. Una aventura bizarra, ingenuamente perversa, cachonda a rabiar, fascinante a más no poder. En definitiva, la mayor gamberrada que un servidor -y probablemente el noventa por ciento del público congregado- ha tenido el placer de visionar en muchos años. El hype está en todo lo alto. Poco importa lo que suceda a partir de ahora. Nos podemos retirar satisfechos.



Julien de Volte me sorprende con Peine de Mort, una bestialidad de esas a las que los franceses nos tienen tan bien acostumbrados, implacable y visualmente perturbadora en cada uno de sus planos. El género "Rape & Revenge" ─poco recomendable para féminas susceptibles─ revisado y concentrado poderosamente en cinco minutos agónicos que rozan, en ocasiones, los límites de lo soportable. Nuestros "vecinos de arriba" dan fe, una vez más, que no es necesario extenderse en demasía cuando se trata de contar una buena historia. 

Casi tres horas de locura en la sala 1 del Proyecciones. Mucha hambre. Mucha sed. No es bueno acudir a este tipo de fiestas sin haber merendado. Aún queda el último cortometraje a concurso, Safari, de Gerardo Herrero, relato con aroma de "american way of life" aunque rodado en la facultad de Óptica de Madrid. Un retazo de sucesos reales acontecidos en varios institutos norteamericanos que pretende dar su punto de vista sobre las consecuencias del bullying escolar, llevadas al extremo, con reminiscencias al Elephant de Gus Van Sant  ─e igual de pretenciosa─ y con el sello indiscutible de la ECAM madrileña. Impecable en factura, vacía en contenido.

El jurado delibera y los anfitriones presentan una última sorpresa fuera de concurso. Argumentan que se puede pasar mucho miedo en un minuto. Garantizan que Tuck Me In, de Ignacio F. Rodó cumple a la perfección su cometido. Aparece en pantalla un papá dando las buenas noches a su hijo. El niño pide a papá que le arrope y que mire debajo de la cama... Un minuto. Justo y cabal. Y sí... da miedo. El jurado emite su veredicto. Resulta ser el que todos imaginábamos ─o al menos esperábamos─, y Cody Blue Snider se lo lleva muerto. El respetable aplaude entusiasmado tan acertada decisión.

Juan Ochoa y Marta Flich se despiden a trompicones hasta el próximo MadTerror. Gracias por la invitación, José y Eduardo. Ha sido una noche magnífica. Me voy a cenar.

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